1. Antecedentes
Margaret Mead y Reo Fortune en Pere, Admiralty Islands, 1918. Library of Congress |
En 1925 pasó ocho meses en la isla de Ta'ū, la mayor del archipiélago Manu'a, investigando a 49 adolescentes (12-20 años) samoanas. Con la información que obtuvo escribió su primera y célebre monografía Adolescencia y cultura en Samoa (1928). Mead pensaba, como el resto de los boasianos, que la educación de los niños configuraba su personalidad de adultos, y que la experiencia de la adolescencia variaba entre culturas. El tranquilo tránsito de la niñez a la edad adulta de los samoanos en una sociedad integrada, relajada y tolerante, contrastaba con la problemática y turbulenta adolescencia de los norteamericanos en esa época. Mead creyó encontrar la explicación de estas diferencias en factores socioculturales, y al final de su libro propuso incluso una serie de reformas en la sociedad estadounidense para reducir los problemas en la adolescencia: promover actitudes tolerantes hacia la sexualidad, relajar el control de la familia nuclear sobre los adolescentes y reformar el sistema educativo para que facilitara las elecciones vitales de los jóvenes. El libro de Mead tuvo un gran éxito editorial. De manera que cuando Mead regresó al Pacífico a comienzos de los años 30 para continuar con sus investigaciones de campo era ya una antropóloga con experiencia etnográfica, inquietudes teóricas y un estilo de escritura ensayado con éxito.
Después de fallecer Mead, el antropólogo Derek Freeman publicó un libro, Margaret Mead and Samoa: The Making and Unmaking of an Anthropological Myth (1983), en el que cuestionó la base etnográfica y las interpretaciones del trabajo de esta antropóloga en Samoa. La controversia suscitó todo tipo de comentarios y análisis dentro de la antropología, y aun hoy continúa siendo objeto de referencia y debate. La película de Frank Heimans, Margaret Mead and Samoa (1988) está basada en las críticas que Freeman realizó al trabajo de Margaret Mead.
Margaret Mead and Samoa (Frank Heimans, 1988)
2. Roles sexuales y temperamento
¿Hay diferencias en los comportamientos de hombres y mujeres
en todas las culturas? ¿La causa de esas diferencias es biológica o cultural?
¿Qué relaciones hay entre sexo, temperamento y conducta culturalmente esperada?
En su autobiografía, Blackberry winter. My earlier years
(1972), Margaret Mead reconoce la influencia que Ruth Benedict y su obra
Patterns of culture (1934) tuvieron en la elaboración de las respuestas que
finalmente dio a estas preguntas. El material empírico con el que desarrolló e
ilustró sus teorías lo recopiló entre 1931 y 1933 en una serie de
investigaciones de campo que realizó en Nueva Guinea, junto con el antropólogo
neozelandés Reo Fortune, con quien entonces estaba casada.
Mead y Fortune estudiaron en dos años tres sociedades
diferentes en Nueva Guinea: los arapesh (ahora biwat), los mundugumor y los
tchambuli (ahora chambri). Con la información obtenida, Mead escribió y publicó
en 1935 su libro Sexo y temperamento en las sociedades primitivas. Mead estaba
interesada en estudiar las diferencias entre hombres y mujeres en sociedades
que fueran muy distintas culturalmente.
"Este estudio (…) es un informe sobre cómo tres sociedades
primitivas han agrupado sus actitudes sociales hacia el temperamento, en
relación con los hechos totalmente obvios de las diferencias sexuales. (…)
Estudié la cuestión entre los agradables montañeses de Arapesh, los fieros
caníbales de Mundugumor y los gallardos cortadores de cabezas Chambuli. Como en
cualquier sociedad humana, en cada una de esas tribus el tema de las
diferencias sexuales formaba parte de la trama de la vida social, y cada una de
ellas lo había desarrollado de forma diferente".
Margaret Mead (1935), Sexo y temperamento en las sociedades
primitivas: 23.
Comenzaron su investigación en un pequeño pueblo de las
montañas del interior de Nueva Guinea, Alitoa, en el que vivía un reducido
grupo de indígenas a los que denominaron arapesh (biwat). Los papeles sociales
que desempeñaban los hombres y las mujeres arapesh (biwat) en su sociedad eran
iguales. Ambos se comportaban de maneras que los norteamericanos consideraban,
según los estereotipos de la época, extremadamente femeninas: era protectores,
solícitos y cariñosos con los niños. Además, rechazaban cualquier tipo de
agresión y eran sumamente pacíficos.
"Los arapesh moldean a cada niño nacido en el seno de su
sociedad, de acuerdo con una aproximación de lo que ellos consideran que debe
ser una personalidad humana normal. (…) Les falta una concepción de la
naturaleza humana como algo necesitado de frenos y restricciones, (…) entienden
las diferencias entre sexos en términos de las implicaciones sobrenaturales de
las funciones de macho y hembra, sin esperar manifestaciones naturales de estas
diferencias en las cualidades sexuales. Por el contrario, consideran a hombres
y mujeres como innatamente pacíficos, responsables y dispuestos a colaborar,
capaces y deseosos de subordinar el yo a las necesidades de los que son más
jóvenes o más débiles, derivándose de esta conducta una mayor satisfacción. Han
envuelto con deleite esa parte de la paternidad que nosotros consideramos como
específicamente maternal, ese minucioso y delicado cuidado del niño y la
generosa satisfacción de verle progresar hacia la madurez".
Margaret Mead (1935), Sexo y temperamento en las sociedades
primitivas: 159.
El siguiente grupo que estudiaron fueron los mundugumor, un
pueblo que vivía junto al río Yuat. Su temperamento era el polo opuesto al de
los arapesh (biwat). Considerados caníbales y cazadores de cabezas, eran muy
fieros con sus vecinos, con los cuales practicaban la guerra y el rapto de
mujeres. Desde el mismo nacimiento, según Mead, los mundugumor estaban
predispuestos a la hostilidad y a los conflictos.
"El mundugumor varón nace en un mundo hostil, un mundo en el
que la mayoría de los miembros de su propio sexo serán sus enemigos y el mejor
bagaje para el éxito es la capacidad de violencia, de venganza del insulto, la
capacidad para mantener en un hilo la propia seguridad y todavía más la vida de
los otros. Desde que nace, tiene la escena preparada para proporcionarle este
tipo de conducta, cuando una mujer mundugumor comunica a su esposo que está
embarazada, éste no se alegra. Ello le convierte en un hombre señalado".
Margaret Mead (1935), Sexo y temperamento en las sociedades
primitivas: 217.
Al igual que ocurría con los arapesh (biwat), no había
diferencias entre el temperamento de los hombres y las mujeres mundugumor, en
este caso cruel y posesivo.
"Entre los mundugumor, el ideal de carácter es idéntico para
los dos sexos, (…) se espera que, tanto hombres como mujeres, sean violentos,
batalladores, sexualmente agresivos, celosos y prestos a vengar el insulto
rápidamente captado, gozando en el exhibicionismo, la acción y la lucha. Los
mundugumor han seleccionado, como ideal, los tipos de hombres y mujeres que los
arapesh consideran tan incomprensibles que difícilmente aceptan su existencia".
Margaret Mead (1935), Sexo y temperamento en las sociedades primitivas:
251.
Después de pasar tres meses con los mundugumor, Mead y
Fortune estaban interesados en conocer alguna sociedad tribal en la que los
roles sexuales fuesen distintos. Se dirigieron al río Sepik. Por él subieron
hasta Kankanamum, donde se encontraron con el antropólogo británico Gregory
Bateson. Este llevaba tiempo estudiando a los iatmul, un grupo indígena que
tenía roles sexuales muy diferenciados. En concreto se había interesado por una
de las ceremonias iatmul, denominada naven, en la que había travestismo y se
invertían los roles sexuales (Naven. Un ceremonial iatmul, 1936). Bateson les
llevó primero a visitar una pequeña comunidad de indígenas que vivían en la
montaña Washkuk, pero rápidamente descartaron esa opción. Finalmente les puso en
contacto con una comunidad vecina de los iatmul, los tchambuli (chambri), que
vivían junto al lago Chambri. Los hombres y las mujeres tchambuli (chambri)
parecían tener personalidades contrastadas, e inversas a las de los
occidentales: ellas eran dominantes y ellos sensibles. Los hombres habían abandonado la guerra tribal hacía tiempo
y en esos momentos se dedicaban al arte y a la actividad ceremonial.
"Puede decirse que los tchambulli viven principalmente para
el arte. Cada hombre es un artista y la mayoría de ellos es ducho en varias
artes: la danza, el tallado de la madera, el tejido, la pintura, etc. Cada
hombre está concentrado en el papel que debe desempeñar en el escenario de su
sociedad, con la elaboración de su indumentaria, la belleza de las máscaras que
posee, la habilidad en tocar la fluta, la precisión el élan de las ceremonias,
y en cómo apreciarán y valorarán los otros su representación".
Margaret Mead (1935), Sexo y temperamento en las sociedades
primitivas: 273.
Las mujeres, por el contrario, se ocupaban de la principal
actividad productiva —la pesca— y de los negocios, así como de la gestión de
los asuntos comunitarios. Además, llevaban la iniciativa en las actividades
sexuales.
"Aunque la organización de los tchambuli es patriarcal,
aunque existe la poligamia y el hombre paga por la esposa (…), en realidad son
las mujeres las que detentan el poder en esa sociedad. La herencia por la línea
paterna incluye casas y tierras (…). Pero para alimentarse, la gente depende de
las pesca de las mujeres. (…) Con la venta del pescado, obtienen sagú, taro y
nuez de betel. Y también son las mujeres las que se ocupan de la manufactura
más importante, las mosquiteras. (…) Y son también las mujeres las que
controlan los resultados de kinas y talibun. Es cierto que permiten a los hombres hacer las
compras, tanto de alimentos en el mercado, como en la venta de las mosquiteras.
(…) Pero [el hombre] necesita el permiso de su esposa para gastarse los talibun
y kina y los rosarios de anillos conus que se trae (…). Ha conseguido un buen
precio del comprador; pero le resta todavía conseguir la paga de su esposa.
Desde su juventud, esta es la actitud del hombre frente a la propiedad. La
auténtica propiedad, lo que uno realmente posee, se recibe de las mujeres, como
paga a miradas lánguidas y palabras dulces".
"El muchacho que ha sido elegido recibirá un regalo y
una provocación de la muchacha que le desea; los hombres pueden sentir deseos
sexuales, pero de poco les valdrá a menos que sus esposas estén directamente
interesadas en ellos; por supuesto, sus esposas prefieren el
autoerotismo".
Margaret Mead (1935), Sexo y temperamento en las sociedades
primitivas: 281-82; 299.
En la época en que Mead y Fortune estudiaron a los tchambuli
(chambri), más de la mitad de los hombres se encontraban fuera de la comunidad,
de la que habían emigrado probablemente por motivos laborales. Algunos autores
han creído ver en ello un sesgo en la interpretación de Mead de las diferencias
de temperamento entre los hombres y mujeres de este grupo (Gewertz, 1984: 621).
Con independencia de la exactitud de las descripciones
etnográficas de los grupos estudiados por Mead, consideradas a menudo como
superficiales o poco detalladas por sus críticos, el propósito de su libro era
mostrar que los roles sexuales de cualquier sociedad (incluida la
estadounidense) no eran algo natural, universal y necesario, sino
construcciones sociales, que en la mayoría de los casos no tenían relación con
el sexo biológico.
"Muchos, si no todos, los rasgos de la personalidad que hemos
llamado masculinos o femeninos van tan poco ligados al sexo como el vestido, los ademanes y la forma de
peinarse que una sociedad, en una época determina, a cada sexo".
Margaret Mead (1935), Sexo y temperamento en las sociedades
primitivas: 308.
Al final de su libro, Mead se pregunta por qué las
personalidades de hombres y mujeres han sido modeladas de manera tan distinta a
lo largo de la historia de la humanidad. Siguiendo las ideas planteadas por
Ruth Benedict en Patterns of culture, propone como hipótesis la existencia de
un repertorio limitado innato de temperamentos en la especie humana, de los que
cada cultura haría una selección para configurar sus modelos ideales. De esta
manera, las personalidades sociales de ambos sexos serían variaciones del
temperamento humano configuradas de manera particular por cada sociedad, y no
temperamentos innatos de cada sexo.
"Supongamos
que existen unas diferencias temperamentales muy concretas entre los seres
humanos, las cuales, si no son totalmente hereditarias, al menos quedan
asentadas sobre una base hereditaria muy poco después del nacimiento. (…) Estas
estructuras, encarnadas finalmente en la estructura del carácter de los
adultos, son las claves con que la cultura trabaja, seleccionando un
temperamento, o una combinación de tipos relacionados entre sí y congruentes,
como algo deseable, y encarnando esta elección en cada fibra de la malla social
--en el cuidado del niño, los juegos de los chiquillos, las canciones que canta
el pueblo, la estructura de organización política, la observancia religiosa, el
arte y la filosofía".
Margaret Mead (1935), Sexo y temperamento en las sociedades
primitivas: 312.
En su autobiografía, Mead señala que, cuando empezó estas
investigaciones, todavía no había incorporado a su manera de pensar la idea de
Benedict de "prototipo o tipo psicológico-constitutivo de nativo".
Mientras vivían a las orillas del Sepik, Benedict le envió una copia del
manuscrito de su obra Patterns of culture. Fortune, Bateson y ella la leyeron y
la discutieron con intensidad. A partir de estos debates Mead concibió la idea de
distinguir modelos temperamentales y hacer una especie de mapa con ellos en el
que ubicar los distintos tipos de roles sexuales.
—oOo—
En Margaret Mead encontramos una antropóloga con
un afán de reformismo social y defensora de una antropología edificante,
fundamentada en la comparación etnográfica —una comparación en gran medida
retórica y a veces contradictoria, debido a la carencia de datos etnográficos
contrastados. Mead desarrolla los conceptos y teorías sobre la cultura y la
personalidad que ya habían planteado Boas y Benedict. De esta última toma
también la forma de escritura que tan buenos resultados le dio para llegar a un
público amplio. La impresión que produce su libro no es que sus ideas teóricas
surgieran de su trabajo de campo, sino más bien que éste último le sirvió para
dar cuerpo a sus especulaciones teóricas.
Trance and dance in Bali (Gregory Bateson y Margaret Mead, 1952)
3. Referencias
Lectura obligatoria
- Mead, Margaret. 1973 [1935]. "Introducción", 19-28. En Sexo y temperamento en las sociedades primitivas. Barcelona: Laia.
Películas
- Childhood Rivalry (Margaret Mead y Gregory Bateson, 1952)
- Trance and Dance in Bali (Gregory Bateson y Margaret Mead, 1952)
- Margaret Mead and Samoa (Frank Heimans, 1988)
- Margaret Mead. Taking Note (Ann Peck, 1981)
- First Contact (Bob Connolly y Robin Anderson, 1983)
- Papua New Guinea: Anthropology on Trial (Barbara Gullahorn-Holecek, 1984)
- Margaret Mead: An Observer Observed (Virginia Yans-McLaughlin, 1998)
Lecturas complementarias
- Kuper, Adam. 1996. "Hombre y mujer", 179-205. En El primate elegido. Naturaleza humana y diversidad cultural. Barcelona: Crítica.
- Gewertz, Deborah . 1984. "The tchambuli view of persons: A critique of individualism in the Works of Mead and Chodorow". American Anthropologist, 86 (3): 615-29.
- Daly, Martin y Margo Wilson. 2003 [1988]. "¿Por qué hombres y no mujeres?". En Homicidio, 151-176. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Lecturas recomendadas
- Mead, Margaret. 1973 [1935]. Sexo y temperamento en las sociedades primitivas. Barcelona: Laia.
- Mead, Margaret. 1990 [1928]. Adolescencia y cultura en Samoa. Barcelona: Paidós.
- Mead, Margaret. 1994 [1972]. Experiencias científicas y personales de una antropóloga. Barcelona: Paidós.
- Mead, Margaret. 1981. Cartas de una antropóloga. Buenos Aires: Emecé Editores.
- Bateson, Gregory. 1937 [1990]. Naven: "Un ceremonial iatmul". Barcelona: Júcar.
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